Lecciones caraqueñas
Padre Hugo Tagle@HugoTagle
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Padre Hugo Tagle
Más de cinco millones de venezolanos han dejado su maravillosa tierra en los últimos años. Medio millón se emigraron a Chile. Venezuela es uno de los países más ricos del continente en recursos naturales, con un clima y ubicación geográfica privilegiadas. La “pequeña Venecia” -por el recuerdo que despertaron en los marinos españoles las chozas de los indígenas añú, construidas sobre pilares en las costas del Lago Maracaibo – es un país con posibilidades envidiables.
Debería ser una de las grandes potencias comerciales y culturales de occidente. Una tristeza enorme su mediocre administración y abandono. Tanto, que millones huyen desesperados, aventurándose de forma temeraria en una cordillera y desierto mortíferos soñando con una vida que su país les robó. Tanta es la desesperación, que a pesar de que en Chile les esperan más desierto, escasez y una carpa levantada en alguna plaza pública, se arriesgan igual.
No es lo que quieren. Obvio. Pero la miserable condición de vida y atropellos a las libertades en su propio país los obliga a huir, a sabiendas de que ya no se les pueden dar acá las facilidades de hace un tiempo.
En fin, los malos ejemplos sirven al menos para saber lo que no hay que hacer. Es claro que Venezuela equivocó el camino. Me imagino que la nueva administración chilena sabrá que, por ahí, no va la cosa.
Pero “el problema” está instalado. Es fácil hablar de esto desde la capital, a dos mil kilómetros de ese teatro kafkiano con el cual lidian día a día los nortinos. Obviamente, el reclamo no es contra la inmigración, sino contra el desorden caótico, la ilegalidad y, lo peor, la delincuencia.
Sé que es fácil decirlo, pero el deber humano es acogerlo en la medida de lo posible, mediante un sistema ordenado y, obviamente, exigir los requisitos de rigor. Habrá que aplicar la ley duramente si es necesario y combatir la delincuencia, por respeto a los mismos inmigrantes honestos, que son la mayoría.
Varios líderes latinoamericanos gustan hablar de “hermanos de un continente”. Pues bien, es hora de que se note y busque una solución humanitaria global a los inmigrantes. Hagamonos a la idea de que esto da para largo. Chile sigue siendo –gracias a Dios ya buenas políticas públicas– un país atractivo. Si no, no huirían los venezolanos a este rincón del mundo.
Por eso, la tarea es diseñar zonas y núcleos de desarrollo que puedan acogerlos en el largo plazo en forma estable. La mayoría viene con ganas de trabajar, aportar y hacer crecer el país. Hay un desafío pendiente que, con buenas ideas y planificación, puede dar muchos frutos.